ESTA BOCA ES MIA por MANUEL CUENCA
El periodista debe ser aquel ser inmaculado que está solo al servicio de la “verdad” y que no tiene que decir “esta boca es mía”.
HOY:
A QUIENES ME CRITICAN: ESTA BOCA SIEMPRE FUE MÍA
En estos pocos meses, que estoy fuera de la televisión comercial luego de 45 años, he “descubierto” que no tengo “libertad de expresión”. El periodista debe ser aquel ser inmaculado que está solo al servicio de la “verdad” y que no tiene que decir “esta boca es mía”. Apenas digo algo o lo escribo en internet, muchos se escandalizan porque siempre fui un periodista “objetivo” y nunca opiné, y si digo dos palabras más, ya estoy “atentando” contra la libertad de expresión de las personas con quienes disiento.
Algunos ignoran que en los manuales de periodismo la palabra “objetividad” no existe hace más de medio siglo, porque está sujeta a los intereses económicos y políticos de los empresarios de los medios y de los auspiciantes, a las limitaciones de tiempo y espacio, a la imposibilidad de una cámara de captar “toda” la realidad y, en fin, sujeta a la subjetividad de todos los que manejan la tan mentada “objetividad”.
Por otra parte, en estos 23 años de proceso democrático, el derecho a la libertad de expresión de los propios trabajadores de la prensa ha registrado grandes avances. La Constitución Nacional paraguaya garantiza al periodista el derecho de reclamar, en el medio en que trabaja, una columna propia de opinión en la cual incluso puede criticar la línea editorial de la empresa a la cual presta sus servicios.
Ningún propietario de medios de comunicación ya se escandaliza porque un periodista, incluso empleado suyo, opine públicamente sobre el medio en que trabaja. En mi caso, durante más de diez años critiqué -a través de la prensa- a la empresa donde prestaba mis servicios profesionales y testifiqué en tribunales a favor de mis compañeros despedidos, sin que los empresarios me hayan reprochado nada. Ante la primera observación sobre lo que yo decía a los demás colegas y medios, consideré preferible mi retiro, ya que la libertad de expresión -garantizada para todos los ciudadanos por la Constitución Nacional- es un derecho irrenunciable.
Desde entonces he recibido ofertas y he negociado con gerentes y propietarios, sin que ninguno se escandalizara porque le haga críticas, personalmente o a través de la prensa. La opinión de un trabajador no debe ser tomada como una “traición”, como si aún viviéramos en los tiempos de la dictadura. Así que, como siempre “esta boca es mía”, sin que eso le moleste a la mayoría de los empresarios de los medios de comunicación.